Alguna vez que te has encontrado con sueño, te has frotado los ojos con fuerza para tratar de desperezarte. En ese momento han aparecido ellos: los fosfenos. De hecho, puedes hacerlos aparecer ahora mismo si te frotas los ojos. Fosfenos es la palabra que designa a esas “luces” que aparecen en tu campo visual cuando te frotas los ojos (y en otras ocasiones que ahora veremos) a pesar de que tengas los ojos cerrados. ¿Cómo pueden producirse si no hay luz estimulando tu retina? ¿No depende la visión de ello? Este fenómeno que a simple vista (nunca mejor dicho) parece una tontería puede ayudarnos a entender mejor la forma en que vemos. Vamos a examinarlo con detenimiento.
¿Qué son los fosfenos?
Los testimonios normales de la experiencia con fosfenos refieren a puntos de luz brillantes que salpican la vista. Si la estimulación persiste, pueden lograrse patrones geométricos formados por “píxeles” que normalmente presentan una mayor definición en el punto de fijación, es decir, allí donde la retina esté “apuntando” aunque los ojos estén cerrados, y que se van estirando y deformando a medida que se alejan de este punto, llegando a ser los más periféricos una especie de nebulosa más que un punto de luz.
Aunque los fosfenos “típicos” son experimentados como puntos de luz blanca, es fácil experimentarlos a todo color.
Es difícil determinar dónde termina el concepto de fosfeno y dónde empieza el concepto de patrón geométrico, por lo que en este post vamos a referir con “fosfeno” a cualquiera de los dos fenómenos.
Creando fosfenos
La forma más cotidiana de experimentar fosfenos es, como se ha mencionado, frotándote los ojos. ¿Por qué este movimiento te hace experimentar esta clase de visiones?
La respuesta la debemos buscar en las mismas células de tu retina que normalmente reciben estimulación lumínica. Estas células fotosonsibles son también capaces de procesar la estimulación mecánica, a pesar de que la naturaleza no las haya “diseñado” expresamente para ello. De manera simple: cuando te frotas los ojos estás estimulando esas mismas células, por lo que tu sistema visual se activa tal y como si la luz fuese la responsable. Un pequeño “bug” de la naturaleza. Cuando esa estimulación alcanza los centros superiores de procesamiento, en este caso la corteza visual, se produce un fenómeno de visión igual que si ondas lumínicas lo hicieran.
Gracias a estos fosfenos podemos permitirnos pensar en lo extraordinario del fenómeno de la visión en particular y de todos los sentidos en general. La visión, esto es, nuestra capacidad de percibir nuestro entorno como imágenes “reside” en el cerebro. Por así decirlo, los ojos y los nervios ópticos “no son más” que los canales de transmisión de la luz hacia el lugar donde ocurre la visión. Tal es así que, y aunque obviemos niveles previos de procesamiento por afán simplificador (ya en los mismos ganglios retinianos ocurre una suerte de procesamiento de la información visual, así como en otros centros de relevo como el tálamo), podríamos conseguir ver conscientemente simplemente gracias a la estimulación de las neuronas de nuestra corteza visual. Y así ocurre con el resto de los sentidos y sus respectivos “centros de procesamiento”.
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